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jueves, enero 05, 2006



…YA ES HORA…

La Noche Aquella
Se encontraba entonces fuera de donde él quería estar, la ventana abierta dejaba entrar toda la oscuridad, dejaba entrar el viento, dejaba entrar la nieve, dejaba entrar cualquier cosa, la gran ventana, él bien sabia que no quería entrar.
Dentro de casa se hallaba su madre, tocaba el piano, el fuego subía por la chimenea, y la nieve enrojecida…
Ya era tarde, la noche le pesaba en los hombros y el frío no alivianaba la carga, las notas fluían en una balada taciturna de colores que encendían esa espesa oscuridad allá afuera, y sus ojos no se despegaron de la vela que daba su luz en el rostro pálido de su madre, la cual no quería develar sus manos en la densidad de la noche, manos que no se ven, en lo denso del ambiente que bañaba el cuadro, en aquella casa de madera, con un piano como único mueble, lo que se apreciaba a simple vista.

Fingen
La casa huele suavemente a flores, sí, son jazmines, tan grata combinación con la llegada de papá a casa, la cena ya está lista, ¿y mamá, dónde se encuentra?, que evidente, la cocina.
Mamá dice que un jovencito tan pequeño como yo no debiera estar en la cocina, sobre todo por lo de jovencito, papá dice que son cosas de mujeres, que debo jugar con mi trineo, pero ya es hora de la cena.
“A alimentarse grandón”, me dice papá con cariño, mi madre de blanco impecable y papá con su tono café característico, me sonríen después de mirarse, cada vez el bello acto del amor.
Sopla el viento
La cena continua, y el viento se cuela vagamente por la chimenea, las vigas se estremecen y las velas se inclinan a favor del tiraje del fuego. A ratos me agito, no sé por qué, pero papá esta conmigo.
Papá y mamá se quedan mirando.
“No falta mucho”, dice mamá, lo que no comprendo, de seguro es el pavo en el horno, pero…
El viento sopla.
Se escuchan sonidos que no reconozco, a lo lejos. Gritos. Papá dice a mamá que ya están aquí. Los sonidos se acercan, ¿papá?, se ponen de pie, parece no importarles la sagrada hora de la cena sabatina, siento deseos de llorar, sus ojos fijos en el infinito del otro, ¿mamá?, ahora no sólo son esos gritos, las pisadas con fuerza.
El dolor en sus llantos, sus gritos de bestias.
Los de mis padres.

Ya están aquí
Mamá grita que ya están aquí, y en la puerta se escucha el deseo de acallar sus propios llantos, se denota en como rajan las puertas.
Todo se detiene.
Veo a mamá que respira lento, junto con su llanto.
Se va. La luz se va, sólo un segundo. Un segundo sin papá. ¿Papá? Puedo ver lentamente como una sombra se lleva a mamá. ¡Mamá!.
No alcanzo a ver, y es mejor así, lo que ocurre con papá, mejor no ver, sólo sus gritos crean una imagen, sólo sus gritos, y vaya que imagen.

Yo
La nieve helada no se compara con las gélidas manos que me toman por la cintura, me tiran hacia atrás, y el martirio de mi padre se pierde en la distancia, estas manos parecen no ser las que lo tomaron, no me incitan a gritar.
Esta oscuridad es…


Piano

Imposible es no reconocer el sonido del piano.
Mi madre.
Como tocaba.
Se escucha el piano a lo lejos, mientras desaparece paulatinamente la oscuridad, y me duelen los ojos con el brillo de la única vela en el centro de la sala, allá dentro, pero por más que evoque recuerdos…
Calla piano.
No quisiera estar ahí.

Él
Se encontraba entonces fuera de donde él quería estar. La ventana abierta dejaba entrar toda la oscuridad, dejaba entrar el viento, dejaba entrar su mirada, dejaba salir el sonido del piano, y las rajadas puertas dejaban salir lo que dejo la nieve enrojecida.
Sopló el viento toda la noche, sopló, hasta apagar la vela. Sopló hasta llevarse el sonido, hasta llevarse los recuerdos, trajo consigo la oscuridad, y ésta se lo llevó todo.


Felipe Alegria
ALCE LA MANO AL QUE LE GUSTA YA TU SABE... ALCE LA MANE AL QUE LE GUSTA JUMARE!

Sube y baja como el dolar...